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martes, 22 de enero de 2013

ABRIENDO LOS OJOS - primera parte-Ana (cap. 3)


Capítulo 3
            Siguen pasando los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, y ya estamos a principios de diciembre. Hace más frío que hace unas semanas. Jugar con Sami en el jardín se ha vuelto una operación de riesgo, pues nos morimos de frío fuera de casa.
–Vaya asco –murmuro en cuanto el viento gélido roza mi nariz–. Así es imposible que nos lo podamos pasar bien –digo quejándome a nadie en particular, pues no hay nadie a mi lado salvo Sami. Supongo que hablo con ella.

Siguen pasando los días  eternos, siempre iguales.. Algún día que otro me dedico a estudiar para mis exámenes que tendré en febrero, Pero el estudiar.. hace que me aburra más. .Otros los dedico a ayudar a mi hermano a estudiar.. Eso es más divertido.. Hablo con mis amigos de la universidad (Julia, Sara, Noel, Roberto, Dani) y bueno, me río con ellos. Me cuentan todo lo que hacen y me dan envidia.

Siguen pasando los días y llegan las vacaciones de Navidad. Es.. veinte de diciembre. A estas alturas, yo ya estaría en Madrid.. pero no, estoy aquí.
–¡Eh Ana!, acompáñanos al pueblo –dice mi hermano entrando en mi habitación.
Todavía no he ido ni una sola vez al pueblo ni a ningún sitio que no sea el jardín de casa.
–No se que se os ha perdido allí –contesto. No quiero salir.
 Algún día tendrás que salir –dice mi hermano.
–Ese día no sera hoy –contesto molesta. No quiero salir y punto.
–O puede que sí –dice mi hermano–. Papá y mamá quieren que veas algo.
–¿El qué? –pregunto algo interesada esta vez.
–No lo sé, pero quieren que vengas. Papá ha salido hace un rato y mamá nos espera abajo – dice mi hermano.
–Así que... En ningún momento habíais pensado que diría que no, ¿No? –pregunto pues ya han hecho todos los planes contando conmigo. No quiero ofender a mamá así que bueno, cedo.
–Vale voy –digo sin dejar que mi hermano conteste a mi pregunta. Me visto, cojo la correa de Sami, la ato y bajamos hasta la puerta de casa. Ahí espera mi madre con una sonrisa en la cara.
–¿Listos? –nos pregunta antes de abrir la puerta. Otra vez el puñetero viento nos azota en la cara. ¡Genial!.
Nos subimos en el coche. Yo voy detrás con Sami. La verdad es que Alaska es muy bonito, tengo que reconocerlo. Mi madre lleva el coche por carreteras que se nota que son antiguas hasta un pequeño pueblecito. Supongo que es el pueblo al que pertenece la casa que tenemos. Para enfrente de una cafetería y nos insta a bajar.
–Vamos –dice mi hermano.
–¿A la cafetería? ¿Me sacáis de casa para ir a una cafetería? –pregunto pasmada e incrédula. ¡Genial lo que me faltaba!. Me han timado.
–Venga ya verás que no es una simple cafetería –dice mi hermano guiñándome un ojo.
–Está bien –digo suspirando. Me doy por vencida. Con desgana entro en la cafetería y al fondo de ésta veo a mi padre.. ¡¡Y A TODOS MIS AMIGOS!! Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Los veo. ¡No me creo que estén aquí!
–¡AINHOAAA! –grito mientras salgo corriendo hacia ella. Ésta se gira y me ve. Se levanta y también corre hacia mí. Los ojos se me llenan de lágrimas de alegría. No me puedo creer que esten aquí.
–Hola mi niña, hola –dice Ainhoa contra mi pelo mientras nos abrazamos fuertemente. Ella también está emocionada, se lo noto en la voz. Nos separamos unos centímetros para mirarnos las caras, sonreírnos y volvernos a abrazar. Pasados unos cuentos minutos nos soltamos y me acerco a la mesa para saludar a los demás. Están todos: Ángel, Marcos, Carol, Pablo, Pablo(Tete), Fernando(Ferni), Juanma y Carlos(Pitu).
–¿Y esto?, ¿Cómo es que estáis aquí? –les pregunto a todos ellos. Mis ojos vagan de uno de mis amigos al otro, esperando que alguno me lo diga.
–Fue idea nuestra –contesta Carolina. La miro y sonrío. Quiero saber más.
–Tú nos dijiste que iríais a Madrid en Navidad. Llamamos a tus padres para que no volvierais  Queríamos venir aquí y pasar unos días contigo –dice Ainhoa.
–Así que todo el odio que he sentido por el mundo por no poder veros en Navidad, ha sido por vosotros –digo con voz herida. No se podían hacer una idea de lo mal que lo había pasado.
–Si, bueno. Pero la sorpresa ha merecido la pena ¿no? –me pregunta Ángel con una sonrisa de oreja a oreja. Tan bueno como siempre. Intenta quitar hierro al asunto. Bueno, lo dejare pasar. Total, ya les tengo aquí.
–¿Cuánto os quedaréis? –pregunto. Que se vayan dentro de mucho, pienso.
–Pues bueno, después de las vacaciones de Navidad pensábamos volver. Sobre el tres de enero –dice Pablo. ¡Jo! bueno, quería que se quedaran más pero pasar con ellos... exactamente... trece días, sí, trece días, está bien.
–Pero... –dice Ainhoa. Me la quedo mirando. ¿Qué me quiere decir?. Me hace de rabiar y no dice nada, hasta segundos después que se me hacen eternos –. Ángel y yo nos quedamos un tiempo más.
Pego un grito. ¡Estoy tan ilusionada! ¡Se quedan más! ¡Mis dos mejores amigos se quedan conmigo!
–¡¡¡BIEENNNN!!! –grito sin importarme que pueda molestar a los clientes de las demás mesas –.  ¿Cómo es que os quedáis? –pregunto después.
–Hemos movido hilos en nuestras universidades –me contesta Ángel. Él siempre tan modosito y tan elegante hablando.
–¿Qué hilos? –pregunto intrigada.
–Bueno aquí por lo visto donde estudia Miguel, también da clases mi universidad –dice Ainhoa.
–El mundo es un pañuelo –dice mi padre. Sí, tiene razón. Qué coincidencia la de Ainhoa y qué suerte la mía.
–¿Y tú Ángel? –le pregunto.
–Yo se supone que vengo aquí a hacer las prácticas –dice con una sonrisa. Me echo a reír  pues sé que es una excusa para verme, pues hacer practicas de ciencias políticas aquí no creo que tenga nada bueno. Los demás también se ríen, incluidos mis padres y mi hermano.
–Los demás no hemos conseguido que nos dejen quedarnos –puntualiza Tete con cara de pena.
–Me conformo con pasar con vosotros trece días –digo y además matizo –. Pasaré estos días pegada a vosotros, que sois los que tenéis que volver.
–Perfecto –dice Juanma regalándome esa sonrisa que tanto me gusta. Entonces es cuando mi madre se levanta de su asiento, se dirige al camarero y le pide que nos haga una foto con la cámara que ha traído.
–¡Venga chicos sonreiiidd! –dice Pitu haciendo que todos sonriamos. El camarero hace dos fotos por si acaso y le devuelve a mi madre la cámara. Ella me mira y me dice
–Ahora vamos a ir a que la revelen a un sitio que conozco y le compramos un marco para que te la pongas en el cuarto.
–Gracias mamá –la digo abrazándola. ¡Qué día más bueno!

Los dos días siguientes, no hacemos mucha cosa. Hemos tenido que organizar la casa para tantas personas como somos. Así se han pasado volando estos dos días  Aunque no los cambio por nada. Hemos estado todos juntos haciendo todo. Hemos cocinado, hemos hecho tartas, hemos jugado con Sami, hemos organizado la casa, que falta le hacia... Siendo tantos, es fácil hacer cualquier cosa. 

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